martes, 31 de mayo de 2011

Pepino Fatal #pelispepineras

Ella corre como loca, gritando desesperada, berreando de pavor, mirando hacia atrás para comprobar si él la persigue todavía. Y sí, él sigue ahí. Corriendo más lentamente que ella, arrastrándose un poco, pero avanzando a cierta velocidad. Y pepino en mano. Pepino amenazador como arma apocalíptica. Porque a su alrededor todo es muerte y devastación. No queda nada vivo. O por lo menos eso parece. Pero ella sigue corriendo. Sin saberlo se mete en un callejón sin salida. Busca y busca por dónde huir de una muerte segura. Él llega al callejón. Jadeando, cansado, babeante, gruñendo. Al verla encerrada en el callejón sonríe sádico. Frota la punta del pepino en su chaqueta hecha jirones para sacarle brillo. Ella se gira, le ve y lanza un grito mudo. Se tapa la boca con horror. Tampoco quiere mirar. No quiere enfrentarse a su propia muerte. Él avanza. Lentamente, arrastrándose. Pero avanza. Ella piensa cómo salir de allí. Por suerte usa un revitalizador de uñas colosal (recuerda) que además se las deja de ensueño. Ella reacciona. Abre sus manos, se las mira, observa sus uñas con esperanza. Pero él sigue avanzando, apuntándola con el pepino desafiante. Y sin pensárselo dos veces ella clava sus uñas en la pared. En ambos laterales del callejón. En ambas paredes. Y como si siempre hubiese sido una gimnasta rumana, una alpinista vocacional, trepa a toda velocidad hacia el cielo. Clavando sus uñas. Sirviéndose de ellas. Él se queda abajo. Mirando hacia arriba. Esperando un mal paso de ella. Deseando verla caer. Pero ella se aferra con fuerza al hormigón de las paredes. Sus uñas resisten. No hay problema. Desde allí, desde esa altura, sólo puede ver más apocalipsis y más devastación. Un cartel que reza “Achtung!” le recuerda que está en Alemania. Y oteando el horizonte sólo ve muerte y más muerte. Cadáveres y cadáveres. Pepinos y pepinos. Como un inmenso mar alegoría de una gran ensalada macabra. Y desde allí, literalmente clavada a la pared y a sus recuerdos, intenta hacer memoria para recordar cómo empezó todo. Empieza a hacerlo pero un infame recuerdo le hace agitar la cabeza para no recordar más. Eso la turba. Y de repente ve que una de sus uñas empieza a quebrarse. El revitalizador no era tan colosal. Quizás fue víctima de una oferta engañosa. Y otra uña empieza a quebrarse también. Abajo. Él sigue abajo. Con la mirada fría y despiadada. Con la boca abierta. Y pepino en ristre. Mirándola, esperándola caer. Otra uña se rompe. Una mano ya no aguanta y ella cae. Queda colgando de una sola mano que continúa clavada a la pared. Se balancea. Las uñas se van quebrando más y más. Ella teme lo peor. Él se revuelve abajo oliendo carne fresca. Esperando carne fresca. Las uñas, mientras tanto, van quebrándose, rompiéndose, haciéndose añicos. Ella está a punto de precipitarse al vacío. Y parece que iba a suceder lo inevitable cuando de repente sucede lo inesperado: un minúsculo pedazo de uña salta con virulencia y va directo a un ojo de él. El minúsculo pedazo se incrusta en su pupila, rasgándola. Grita de dolor. Ella entiende que es su fin y se precipita al vacío. Se deja morir. Ya da todo igual. Está cayendo. Él la obligaría a comer ese pepino letal. Pero de repente cae sobre algo blando. No se hace daño. Al instante comprende que ha caído sobre él. Le ve mal. Con un ojo a la virulé, sanguinolento. Él quiere atraparla pero su falta de visión lo impide. Ella consigue zafarse de él, salir de ahí, huir corriendo de aquel callejón. Y sin uñas. Bueno, con uñas rotas. Menuda mierda de revitalizador de uñas. Y cuando todo parece que ha terminado se topa con un grupo de tres seres que abren fuertemente sus miradas cuando la ven llegar. Cada uno de los seres lleva un pepino en la mano. Ella no puede más. Aquello es una pesadilla sin fin. Está cansada, agotada, muerta. Los tres seres avanzan hacia ella, lentamente, arrastrándose. Ella ya no puede casi ni respirar, no le queda fuelle. Y ve su salvación. En el suelo. No le queda otra. O sería devorada por aquellos seres. Y no se lo piensa más. Se agacha. Coge aquel pepino. Y se lo come. Y lo mastica mientras observa a esos tres seres aproximarse. Y cierra los ojos. Termina la pesadilla. Ahora soñaría con España. Con las bonitas tierras de Málaga. Porque al abrirlos de nuevo ya tendría que quedarse en aquella pesadilla perpetua. Y en Alemania. 
Pepe.

8 comentarios:

  1. Mi post favorito hasta el momento! Pero yo quiero que siga... para cuándo la segunda entrega??

    ResponderEliminar
  2. jajajajaa en breve habrá más! Mucho más!!!

    ResponderEliminar
  3. La que está liando la Merkel...., esto de los pepinos será como "the walking dead" pepinil.. jajajaja

    ResponderEliminar
  4. acabo de dar con esta pagina y lo que me he podido reir jajajajaja

    ResponderEliminar
  5. BRAVO, BRAVO, BRAVO, BRAVO!!!!

    Qué tonto he sido por no haber estado pendiente de tu blog últimamente. Esta entrada ME HA ENCANTADO. Una auténtico Gamero, sí señor. Pepe

    ResponderEliminar
  6. Este es como el Thriller de Michael Jackson, pero con pepinos. ¡Mu bueno!

    ResponderEliminar

Dimelo todo!