jueves, 28 de abril de 2011

Totos Tus

Voy a confesar un secreto inconfensable, pero es que con la Iglesia hemos topao. Resulta que servidor fue a un colegio del Opus en una zona muy respetable del Vallés barcelonés. Sí, es un horror de secreto, lo sé. Pero más putada fue para mí que encima me tocó vivirlo. Pues eso, que se trataba de un colegio mu fino y mu elegante que se suponía que estaba hecho para que a él sólo fuese gente bien. He dicho gente bien, no gente de bien, que quede claro. Gente con mucho estilo, mucha clase, mucho clasismo y, sobre todo, mucha pasta, que eso es lo que más les interesaba al Opus. Bueno, pues resulta que a servidor eso de ser mariquinchi ya le venía de fábrica, y siendo de una familia de esas que se supone que tiene dresscode pa entrar en un colegio del Opus, pues era un marrón tremendo. Porque eso de ser “rarito” o “diferente” en un entorno como ese pues era una putada enorme. Y más cuando en aquel momento yo todavía era un crío y no tenía ni idea de lo que significaba ser “maricón”. Y claro como los niños a esa edad son unos “hijosdeputa”, son los primeros que te lo pillan y los primeros que te empiezan a hacerte un bullying que te cagas. Aunque esto de que te llamen “maricón” en el colegio no es una exclusividad de los del Opus, no. Que desgraciadamente eso pasaba y sigue pasando en todo tipo de colegios. Que eso de insultar y humillar, a los niños les da mucha marcha. En mi caso el bullying que sufrí, que es el que conozco y aún recuerdo con horror, me parecía absolutamente brutal porque veía, además, que tanto profesores (numerarios del Opus todos) y curas (del Opus todos) lo alimentaban, y encima giraban la cabeza cuando mis compañeros de clase me insultaban. Y además los muy cabrones se reían. Eso como niño, en aquel momento, no lo entendía. No entendía que los que supuestamente me tenían que proteger no lo hicieran, y encima disfrutaran viendo como me machacaban. Evidentemente a mis padres o hermanos no les podía pedir protección porque eso me obligaba a contarles algo que yo todavía no sabía muy bien lo que era. Y además podrían rechazarme por ser rarito. Y claro la suma de todo eso me generaba miedo, mucho miedo, terror, pánico. Pánico a toda esa gente que se suponía que eran gente bien. Gente con clase y gente muy educada. Gente con mucha posición y con mucho poder. Gente que a su vez me arrinconaba e insultaba por ser diferente. Y pánico a los religiosos, claro. Pánico a esos curas que se suponía que estaban ahí en representación de la Iglesia y que eran los más hijos de puta de todos. Pero tengo que confesar que todo ese pánico y terror que sentía por todo lo que olía a Iglesia se me esfumó con los años. De ahí pase al desprecio y de ahí a la ignorancia más absoluta. Aunque ignorarles del todo no se puede nunca. Y más cuando escuchas al Papa y la a Iglesia en general soltar patadas y perlas homofóbicas. Por otra parte escucharles todas esas brutalidades es motivo casi de alegría porque hace muchos años la Iglesia no se pronunciaba respecto a este tema. Hace unos años no existíamos para ellos. La homosexualidad era un tema que no les afectaba. Pero por suerte los tiempos cambian y cuando la homosexualidad ha empezado a ser más aceptada la Iglesia ha empezado a sentirse amenazada. Se ha visto más arrinconada, más sola. Un poco como el niño que fui en aquel colegio del Opus. Un poco como todos los gays que han sido perseguidos. Pero ahora parece que los “perseguidos” son ellos. Así lo manifiestan ellos, por lo menos. Pobrecitos. Una lástima. Ahora se quejan de que nadie les quiere, que nadie les comprende, que la gente no les respeta. Y claro, se defienden de la única manera que saben: insultando y atacando. 
Si de niño me hubiera defendido de su bullying como hacen ellos ahora qué diferente habría sido todo para mí. Pero como no se puede volver hacia atrás (gracias a Dios), ahora soy yo el que le hace bullying a la Iglesia. Ahora soy yo el que la arrincono, la desprecio y me río de ella. Que ver como cada día se hunde más en su propia mierda para mí es un motivo de alegría. Y que conste que no es venganza. Que cuando uno es malo al final recibe lo que ha sembrado. 
Que a eso se le llama justicia divina, ¿no? 
Pues hale.

martes, 26 de abril de 2011

Hoy un poco Azarosa Quintana...

Soy super optimista. Desde siempre me ha gustado ver más la botella medio llena que medio vacía. Que ver el lado positivo de las cosas está muy bien, en serio, de verdad. ¿Qué vas a ver una peli y resulta que es una mierda de la hostia? Pues tú te dices: “Oye, que de lo malo es de lo que se aprende. Que si yo después quiero rodar un largo, pues ver mucha mierda me ayuda para saber qué es lo que no tengo que hacer jamás”. Y eso es super cierto, porque ya me dirás qué gracia tiene ver siempre obras de arte. Que ver tanto cine de autor lo único que te crea es un complejo de inferioridad que te cagas y con eso sí que no se va a ninguna parte. Que hay que ver mucha mierda para hacer cosas buenas después. Eso es como cuando sales una noche por ahí. Antes de salir, cuando estás en casa todavía, piensas: “Buah, esta noche me lo voy a pasar de puta madre. Lo noto, lo presiento”. Y sales. Y para variar  terminas yendo a los mismos sitios de siempre. Y todos están hasta el culo de gente. Tanto que casi no se puede ni entrar. Pero tú estás ahí. Super animoso y con ganas de darlo todo. Quizás te agobias un pelín cuando ves tanto mogollón, pero por dentro piensas: “Buf, qué divertido es todo. Me lo estoy pasando genial”. Y ves a la misma de gente de siempre, te saludas con los mismos que te encuentras siempre, y escuchas la misma música de siempre. Super total. Y super total además porque la música es buenísima. Que la música que pinchan por ahí suele ser super delicatessen toda. Y ves que la gente que va contigo también se lo está pasando de la leche. Bailan, ríen, beben y también se dejan una pasta en copas. Super buen rollo todo. Super felicidad absoluta. Y todo gracias al optimismo. Que ya está bien de ver malas caras porque te has ido de vacaciones de Semana Santa a la playa y no has podido salir del hotel por culpa de la lluvia. Que ya está bien de escuchar quejas de que se está en el paro, de que no se encuentra trabajo. Que basta ya de lamentos porque la vida está muy cara. Que sí, que ya lo sabemos. Que todo es una mierda. Que todo está hecho un asco. Que con lo de Fukushima y lo que no es Fukushima no vamos a ir a todos al garete en dos días. Pero, ¿y qué hacemos? ¿Cagarnos en la madre que nos parió a todos? Hemos tocado tanto fondo que lo único que nos queda ahora es subir pa arriba. Que hemos generado tanta mierda que ya lo único que nos queda es aprender a no generar más. Que de los errores es de lo que se aprende. Como de las malas películas. Que eso es ver la botella medio llena. Que confiar en que lo lograremos es lo único que hará que lo consigamos. Y sí, soy optimista. Y aunque por dentro pueda estar pensando lo contrario y esté tan preocupado, tan cansado y tan harto como cualquiera, creo que contagiar optimismo y alegría nunca está demás. Que quizás esta sea la única manera de salir a flote de entre tanta mierda. 
¿A que estoy super positivo? 
Pues eso.

martes, 19 de abril de 2011

Más Farsa Que Judas

Ya sé que la Semana Santa no tiene nada que ver con eso de que uno se ponga con los buenos propósitos y esas cosas. Que eso es más de la Navidad o de la vuelta del verano. Que la Semana Santa como que enchunguece mucho por eso de tanta pena y tanto lamento. La verdad es que la Semana Santa da un mal rollo que no veas. Y quizás por eso me ha dao por los buenos propósitos (pocos). Y quizás por eso me estoy currando un poco eso de la asertividad. Que lo logre ya es otra cosa, que cambiar hábitos de carácter es de lo más jodido que hay. Y volviendo a lo de la asertividad; por lo visto cuando ves a alguien muy contento, muy sonriente, que a todo contesta con alegría desmesurada, que todo lo hace con felicidad inusitada y que sonríe por las esquinas porque su mundo es una mezcla de los de Xuxa, Leticia Sabater, Rita Irasema y Teresa Rabal (con el mismo número de lazos y puntillitas) no es que sea gilipollas, es que es asertivo. Realmente la línea que separa la asertividad de la gilipollez puede ser muy fina. Pero bueno, que quizás es mejor ser gilipollas con la sonrisa puesta en la cara que gilipollas con cara de mala hostia. Se ve que una de las cosas que más ayuda a ser asertivo es aprender a decir “no” cuando quieres decir “no” y en realidad dices “sí”. Y eso sí que es de gilipollas absoluto. Contestar “sí” a algo cuando en realidad te apetece un coño. Así que eso que uno hace después con cara de mala hostia, porque no le apetece nada, es lo peor para currarse la asertividad. Vamos, que ante la pregunta: “¿Me acompañas al hospital a ver a mi cuñada?” es mucho más asertivo y más guay contestar “no” con una sonrisa a lo Candy Candy. Aunque esa sonrisa lleva implícito un “que se follen a tu cuñada y a su puta operación de hígado”. Por lo visto eso es ser un asertivo ejemplar. Que si dices “sí, te acompaño” cuando no te apetece una mierda es muchísimo peor. Y por partida triple; por el mal rollo que te llevas, por contradecirte, y porque además terminas yendo al hospital a ver a la puta cuñada de las narices. Vamos, que además de joderte vivo la tarde te jodes todo el carácter y media vida. Así que mejor empezar a ser asertivo desde ya mismo. Que si una señora anda por en medio de la calle, interrumpiendo el paso, a paso de elefanta, incordiando, entorpeciendo, molestando, obstaculizando y enervando, en vez de empujarla hacia un lado y empotrarla en un container (algo nada asertivo), se le dice, con mucha sonrisa y mucho diente, “perdone” y se le adelanta con muchísimo respeto, muchísima finura y muchísima educación (asertividad total). Que si te llaman de MoviStar por enésima vez mientras estás comiendo para venderte no sé qué que te importa una mierda, en vez de mandar a la mierda al vendedor de turno con desmesurada violencia verbal, le tratas como a un amigo del alma al que amas y respetas sobre todas las cosas, y le dices con cariño aterciopelado “no, gracias, no me interesa”. Pues eso, que lo de la asertividad hay que currárselo mucho. Que ahora la Semana Santa es un momento ideal y muy como de interiorizarlo todo para conseguirlo. Y sonreír mucho. Y si me proponen ir a ver una procesión diré “no” (“y una mierda, que vaya tu puta madre” en lenguaje asertivo) y me quedaré en casita más ancho que largo. Y apagando la tele para no tragarme las procesiones y biopics de la vida y milagros de Jesucristo. Y apagando el teléfono para que no me llamen de MoviStar. Y para que no me llame nadie. Y para no ver a nadie. Y para no tener que aguantar a nadie en estas fechas tan señaladas. Que estoy con el “no” super fácil y super asertivo total. 
Jo. 

jueves, 14 de abril de 2011

Arreglá pero Informá

Ser mariquinchi y no discutir acaloradamente sobre Madonna o Lady Gaga es como ser del Opus Dei y no votar al PP. Que ser mariquinchi implica labores intelectuales de altísimo nivel. Que ser el primero en escuchar el último single de Britney Spears, formarse una idea al respecto, para luego defenderla ante un montón de amiguinchis (contracción de los términos amiga y mariquinchi) ávidas de conocimientos super necesarios en una cafetería de Chueca no es moco de pavo. Sobre todo si antes te has tenido que ir al H&M de Gran Vía a por unos pololos fucsias que sabes que te dan luz en la cara. La vida de la mariquinchi intelectuala es super intensa. Porque no sólo está Britney. Porque a esa lista de temas super “mainstream” (para las mariquinchis no pijas os digo que esto viene a traducirse como “lo más”) tenemos que añadir a Madonna, a Lady Gaga, a Mariah, a Alaska, a Marta, a Mónica, etc. Vamos, un mega currazo de la hostia. Para que luego digan que las mariquinchis son super frívolas y super ligeras. Para nada. Que se tienen que adquirir tantísimos conocimientos que no da tiempo ni de pensar  qué camiseta ponerse. Que si la de Dolce&Gabanna o la de Abercrombie. Que es durísimo, de verdad. Que luego, además, se amontona la lectura y ya no se tiene ni tiempo para leer los pies de foto del Shangay. Que a lo tonto a lo tonto se te hace jueves y cómo quién no quiere la cosa ya te estás echando a la calle. Y que echarse a la calle no es fácil tampoco. Que menos mal que existen los Iphones y se puede estar super metida en un antro y a la vez no dejar de estar super informada. Que la noche de los jueves es la noche de los Grandes Hermanos y de los Reencuentros, y se necesita saber super en el momento qué pareja ha sido expulsada. Super necesario por otro lado, oye. Para que luego digan. Que eso es motivo de otro intenso debate con tus amiguinchis. Que la conciencia social es super necesaria. Que de fondo, en un bar, se ven las noticias. Que llegan las informaciones. Que se tiene que saber de todo. Que se informa que un grupo de sicarios ha tiroteado a un montón de chuchumecos en un país de esos que hay por América dónde abundan los narcos. Y que sientes su realidad como tuya propia. Super montones de cocaína echadas a perder. Qué lástima. Super cercana la empatía, oye. Pero a rey muerto, rey puesto. Que hay que pillar, que tanta información crea mono y es necesario divertirse un poco que se lleva un día super intenso, intelectualmente hablando, claro. Y que así, de esta manera, ya se hace lunes por la mañana. Y que hasta el siguiente jueves se tendrá tiempo para ponerse al día con los últimos Shangays y con el single de turno que haya sacado Rihanna o Katy Perry. Jo, si es que no hay nada como estar super puesta. 
Al día, puesta al día. 
Me refiero.

martes, 12 de abril de 2011

Chal Aznavour

Hay un prototipo de mariquinchi que se considera muy moderna, muy guay y muy cool. Es la mariquinchi gafapasta. Suele soltar mucho, y aunque no venga nada a cuento, el término “mainstream”. Se considera pija, camina rollo lánguido, sesea mucho al hablar, tiene una actitud vital como de “jo, estoy pero super por encima de ti” y se rodea de otras mariquinchis que son como ella. Todas suelen tener trabajos super interesantes, van a los locales más “in”, acuden a las fiestas más “cool”, tienden a estar vinculadas al mundo de la moda, la publicidad o el arte e intentan hacértelo saber constantemente para que no las confundas con una simple y vulgar mariquinchi. Que ellas son muy especiales. Que ellas son muy de ir a una galería, de relacionarse con otras mariquinchis que son como ellas y, con movimientos lánguidos y miradas bovinas, se ríen levantando mucho la barbilla, proyectando mucho una carcajada lenta y sonora, y siempre llevan colocada sobre su pecho una de sus manos con un espectacular quiebro de muñeca. Vistiendo son muy de H&M, pero dándole un touch muy personal. Les gustan los tonos claros, los pantalones pitillo y son adictas a los pañuelos y fulares. Las gusta mucho un chal. Les gusta sentirse así como afrancesadas, como muy parisinas epatantes, aunque luego hayan nacido entre Pinto y Valdemoro (y renieguen de ello, of course). Son muy de ponerse un complemento, un gorrito o un algo. Y si tienen la suerte de no estar calvas lucir un flequillazo envidiable. Y siempre actitud, actitud, actitud y mucha más actitud; una mano en el pecho (la del espectacular quiebro de muñeca) y el otro antebrazo extendido hacia el frente, con la palma de la mano hacia arriba para que no se le escurra  el peazo bolso de mega marca que llevan colgando. Un peazo bolso en el que deben llevar toda su vida encima porque para lo sutiles que son para algunas cosas, para esto de los bolsos suelen ser super excesivas y ordinarias. Podría extenderme más, pero creo que más o menos ya ha quedado retratado el tipo de mariquinchi de la que os quiero hablar hoy. Aunque la verdad es que ya no hay mucho más que decir de ellas. Son tan superficiales y estúpidas como lo que aparentan. Bueno, sí. Lo peor de esta especie de mariquinchis es que se consideran tan especiales que, para demostrarlo, se erigen super fans de todo aquello que consideran pijo, glamouroso y/o elegante. Para ellas Carmen Lomana es lo más y se declaran super admiradoras de Esperanza Aguirre o Ana Botella. Ellas consideran que están ya tan por encima de todo y de todos, que son tan totales, tan pijas y tan extremadamente bizarras, que se permiten el lujo (y nunca mejor dicho) de adorar a todo aquello que deberían odiar. Así se muestran super más “radikalas” y “cachondas”. Que ser maricas y fachas para ellas es un distintivo super divertido porque así se codean con las Preyslers de la Moraleja y acuden a esas fiestas tan super rutilantes y desmedidas. Lo malo es que terminarán formando un partido político de ultraderecha con las grandes mujeres fachas de este país para así después poder exterminar a todas las mariquinchis que no son tan exquisitas y divinas como ellas. Ellas son así de locas y así de divertidas. Les encantan insultar a Zapatero y repetir constantemente la clase, estilazo y glamour que tiene la Espe. Lo malo es que ellas no saben que estas grandes mujeres fachas que ahora idolatran, cuando lleguen al poder, lo primero que harán será deshacerse de todas las mariquinchis. Que ahora les viene muy bien tenerlas de su lado para conseguir votos. Y para, a través de ellas, ganarse también a las pijas gays que se supone que tienen mucha influencia en el gremio. Pero cuando estas grandes señoras fachas se hayan salido con la suya, darán patada y a la hoguera todas las mariconas del país. Sin distinciones. Mientras tanto las invitan a sus parties de lujo. Y les da igual que las mariquinchis vengan con sus bolsos enormes. Les da igual que en ellos vayan guardando furtivos canapés que birlan con espectacular quiebro de muñeca. Que la señora facha de este país sabe que la mariquinchi pija, la que va de lo que no es, es una pobre muerta de hambre. 
Una muerta de hambre de poder.

jueves, 7 de abril de 2011

Dudando Tinta

¡Ya estoy de subidón otra vez! Sé que el otro día a algunos de vosotros os extrañó leerme un tono más serio de lo habitual, pero es que uno es humano y no todo los días tiene el toto pa bukakes. Que estar un poco más bajo, y como más profundo, me da un rollo como más María del Monte, como un poco más cercano. Que a mí lo de este blog me mola pa sacar todo lo que llevo dentro, y si eso incluye en el pack cosillas menos folclóricas (por seguir con el rollo de la del Monte), pues tampoco está de más. Pero como la cabra tira al monte (después de esto me pongo en el espotifai eso de “a la sombra de los pinos”, pero fijo), a mí lo de estar serio como que me dura poco. Pero es que me pasa en todo. Que cuando me pongo a pensar una historia para un nuevo guión, me digo: “Va, piensa en algo dramático. Escríbete algo mega chungo pa cortarse las venas”. Y oye, que no hay manera. Que cuando me pongo a pensar desastres emocionales me sale la cosa de tomármelo todo a risa y termino escribiendo una comedia super absurda y disparatada. Que no sé si eso será una pega o una virtud, pero la cosa es que me lo paso de puta madre escribiendo humor. Así que tanto en mi vida propia como en la de mis personajes al drama le dejo un espacio muy chiquitín. No sé qué significará eso. Que me tomo los problemas a cachondeo, fijo que no. Que no me preocupan las cosas, fijo que tampoco. A menudo me pregunto cual es ese mecanismo mental que hace “clic” y, de inmediato, me hace ver el lado positivo y divertido de las cosas. A lo mejor es que mi coco aplica la evasión para no comerse a sí mismo. Porque lo que también está claro es que no evito los problemas. Es más, me gustan y siento la necesidad de enfrentarme a ellos. Uy, ¿seré también un poco masoca?. El caso es que no me tomo nada a risa y a la vez me lo tomo todo. Desdramatizar es un ejercicio sanísimo y a mí, hasta el día de hoy, me funciona estupendamente. Que a lo mejor el día que me de por escribir un dramón, y lo consiga, empiezo a ser la persona más triste del mundo. Quizás. No sé. Que a lo mejor tirarme el resto de mi vida escribiendo comedias me ayuda a reírme más de todo y, sobre todo, de mí mismo. Que no sé si eso de utilizar tanto el recurso del humor en el fondo esconde mucha amargura (esa leyenda de que los payasos son los seres más tristes del mundo). No sé qué tiene eso de verdad o de mentira. Lo que está claro es que yo no hago nada para funcionar así. A la primera que me doy cuenta ya me estoy riendo o viéndole el lado divertido a todo. Que igual me estoy cagando en todo por ser así, y a lo mejor lo que tengo es una suerte que te cagas. Que vamos, que sea como sea, uno es como es. Que si no me gustara intentaría corregirlo. Y de momento como que no. Así que, mientras tanto, a reírse y a estar como unas castañuelas. Que no sé qué me pasa a mí hoy con el rollo folclórico. Será que es abril y ya queda menos pa la feria. Con lo poco que soy yo de eso. O sí. Que eso de quitarle hierro a las cosas es muy andaluz. Y mi abuelo era de Écija. 
Pues va a ser eso. 
No sé.

martes, 5 de abril de 2011

En-Callado

Hoy es uno de esos días en los que uno estaría mejor calladito y sin decir nada. De hecho estoy escribiendo sin saber muy bien cómo voy a acabar y qué voy a decir. Y es un problema cuando se tienen cosas que contar pero uno prefiere callar. Y sí, aunque parezca mentira, servidor se calla muchas cosas. Peco de decir muchas, pero las realmente importantes, las que me afectan de verdad, las que me duelen, no las digo. Y eso, a estas alturas, no sé si todavía es bueno o malo. En una ocasión una compañera de trabajo, ante una situación claramente injusta, me dijo algo que me hizo pensar: “Tú todo lo que tengas que decir vomítalo, no te lo guardes dentro. Lanza la mierda al de enfrente y no te la quedes para tí”. Está claro que a ella le funcionaba que te cagas porque era la tía, aparentemente, más feliz del mundo. De todas maneras para hacer eso hay que valer. Y yo no puedo, no sé hacerlo. Por muy injusta que sea la situación, y yo sepa que tengo la razón, al final siempre termino tragándome las cosas aunque sepa que me van perjudicar directamente. Soy así de cretino, qué le vamos a hacer. Supongo que es algo que me viene de fábrica, porque esta actitud la he mamado desde pequeñito en mi casa. Mis padres son unas personas estupendas, demasiado buenas, que al final siempre se han llevado pequeñas y grandes decepciones precisamente por eso. Por callar ante situaciones que no se merecían en absoluto. Por decir eso de “da igual”, “no tiene importancia”, “¡qué le vamos a hacer!”. Cuando les he visto injustamente jodidos yo he sido el primero que les he dicho que eso no se debe hacer, que ante una injusticia uno no debe quedarse callado. ¡Pero qué fácil es decirlo cuando tú no eres la víctima! Porque cuando me pasa a mí actúo exactamente igual que ellos. Y sí, uno cree que así es mucho mejor, que se evitan enfrentamientos. Y la verdad es que se evitan. Pero se pasa mal. Uno piensa que la vida, con el tiempo, pondrá a cada uno en su lugar. Es muy típico pensarlo. Pensar que la justicia que no se recibe ahora el tiempo te la dará. Pero al final pasa el tiempo y uno va acumulando más y más silencios. Con sus dilemas. Y ahí andamos. Intentándolo. Que a lo mejor esto de escribir un blog viene muy bien como aprendizaje para soltarse la melena. Aunque también tengo que decir que mis padres, a pesar de sus silencios, son las personas más felices que conozco y además tienen una salud de hierro. Que callar a lo mejor no es tan malo.  Que a ellos el tiempo sí que les ha puesto en su lugar. Así que pensándolo bien, lo siento mucho, pero otra vez me voy a volver a callar. Que así llegaré a los 93 años silbando y cantando bajo la ducha cada mañana. 
Como mi padre.