Lo que los periodistas de este país hacen por nuestro idioma es como para tirotearlos a todos sin la más mínima piedad. Da igual en el medio de comunicación que lo hagan porque prácticamente todos son igual de básicos y previsibles a la hora de construir frases tópicas y usar lugares comunes. No sé si será por eso de resultar políticamente correcto o qué, pero el caso es que a mí me generan una vergüenza ajena tremenda. Leer o escuchar expresiones tan manidas como “se respiraba una tensa calma”, “el gigante asiático”, “el sentido común, el menos común de los sentidos” o “no hubo que lamentar víctimas” son muy Matías Prats, heredero de una escuela de periodistas que ya no sabes si están dando una noticia o recitando un diálogo de “Pasión de gavilanes”. Me imagino que muchos de ellos se deben sentir García Márquez al usar este tipo de lenguaje porque no hay más que ver lo a gusto que se quedan tras soltar alguna de estas perlas. Que muchos dejan caer una sonrisilla o un guiño como diciéndonos: “Hay que ver el ingenio que tengo, lo que se me acaba de ocurrir”. Y resultan patéticos. Más todavía.
Pero lo peor de todo es que este tipo de periodismo barato se ha especializado en géneros: Pedro Piqueras se ha erigido como el gurú del periodismo de “sang i fetge” (“sangre e hígado”, como diríamos los catalanes), que no es que sea periodismo amarillo, es que el tío lo ha elevado a la categoría de apocalíptico. Frases o expresiones como “imágenes dantescas”, “una catástrofe de dimensiones bíblicas”, “voraz incendio” o “el mundo de la droga, esa lacra social” se repiten constantemente como si siempre se inventaran en el momento o se dijeran por primera vez. El periodismo deportivo tampoco se queda corto: “Duelo en las alturas”, “calma tras la tormenta”, “el jugador vence y convence” o “se dejaron la piel en el cuadrilátero”. Pero si hay un género que ya le pone a uno los pelos como escarpias es el de la prensa rosa. Ahí el derroche de glucosa y de cursilería es ya como para estrangular a esa nueva especie de redactores que dejan a la mismísima Corín Tellado al nivel de Marilyn Manson: “El diestro sufrió la peor cornada de su vida”, “la actriz ha interpretado el mejor papel de su vida al convertirse en madre”, “ha rehecho su vida” o “tiene el corazón ocupado”… En fin, sin comentarios.
Pero lo peor de todo es que este tipo de periodismo barato se ha especializado en géneros: Pedro Piqueras se ha erigido como el gurú del periodismo de “sang i fetge” (“sangre e hígado”, como diríamos los catalanes), que no es que sea periodismo amarillo, es que el tío lo ha elevado a la categoría de apocalíptico. Frases o expresiones como “imágenes dantescas”, “una catástrofe de dimensiones bíblicas”, “voraz incendio” o “el mundo de la droga, esa lacra social” se repiten constantemente como si siempre se inventaran en el momento o se dijeran por primera vez. El periodismo deportivo tampoco se queda corto: “Duelo en las alturas”, “calma tras la tormenta”, “el jugador vence y convence” o “se dejaron la piel en el cuadrilátero”. Pero si hay un género que ya le pone a uno los pelos como escarpias es el de la prensa rosa. Ahí el derroche de glucosa y de cursilería es ya como para estrangular a esa nueva especie de redactores que dejan a la mismísima Corín Tellado al nivel de Marilyn Manson: “El diestro sufrió la peor cornada de su vida”, “la actriz ha interpretado el mejor papel de su vida al convertirse en madre”, “ha rehecho su vida” o “tiene el corazón ocupado”… En fin, sin comentarios.
Y ante semejante panorama no es de extrañar que muchos nos quejemos de lo mal que se habla en este país. Que teniendo un idioma tan rico en vocabulario y matices sean precisamente los medios de comunicación los que lo reduzcan a cuatro términos que se usan para todo. Que ver cómo se destroza la lengua es cada vez es más habitual. Que personajes como Belén Esteban están justo en el extremo opuesto al de esos periodistas redichos, pero que los dos son igual de dañinos y perjudiciales. Porque lo peor de todo es que este tipo de televisión se retroalimenta y personajes como la Esteban toman como ejemplo de español bien hablado lo que hacen esos periodistas. Y claro, luego no es de extrañar escuchar a famosos que quieren de dárselas de cultos y versados frases tipo “cayó el Danubio universal”, “me puse hecha un obelisco”, “me dejo la piel en el pellejo” o “le hicieron una operación a corazón abierto pa ponerle un pay-pay”.
Y así nos va.