martes, 23 de agosto de 2011

El Catetismo de la Iglesia Católica


Marga es muy feliz. Se levanta todos los días con una sonrisa en la cara. Su casa es un derroche de luz y dicha porque desde su salón ve las flores multicolor de su inmenso jardín. Y su césped es tan verde que tiene el auténtico color verde césped. Un césped que un juego divino de aspersores  riega perpetuamente. Todo es perfecto. Marga es muy feliz. Siempre viste vestiditos amarillos o rosas porque son los que más realzan su alegría. Cuando se levanta por las mañanas escucha pajarillos y el arrullo de un riachuelo no muy lejano. Marga es muy feliz. Siempre sonríe. Siempre canturrea cancioncillas anodinas que le recuerdan lo feliz que es. Y es que Marga tiene Fé. Marga cree en Dios. Y eso le da una fuerza increíble para no pensar en nada. Porque ella no quiere pensar en nada. Y cuando un pensamiento suyo tiene el más mínimo atisbo de problema ella echa mano de su Fé. ¿Que su marido le pone los cuernos? Es porque Dios la está poniendo a prueba. ¿Que un familiar se muere? Ella es dichosa porque por fin ese familiar estará junto a Dios. ¿Qué no puede comprarse un vestido carísimo? Eso es porque Dios quiere conducirla por el camino de la austeridad. Y por eso Marga es tan feliz. Todo tiene una respuesta para ella a través de la Fé. Y Marga, que de jovencita ya tiene poco, le ha pedido permiso a su marido para que la deje acudir a las JMJ que el Santo Padre celebra en Madrid. Dichosa porque su marido ha entendido el mensaje y la palabra de Dios (en realidad su marido está feliz por no tener que aguantarla durante cinco días) Marga agarra su guitarra, su mochila y su Volvo impresionante y se va a la capital de España. Allí se encuentra con más seres que, como ella, sonríen y canturrean las 24 horas del día. Un unplugged non stop que a ella y sus nuevos amigos les llena de gozo y orgullo. Marga y sus amigos son muy felices. Y esa felicidad extrema se mezcla en un mejunje de razas, culturas y países diferentes con un mismo denominador común: Compartir la misma Fé. Todos son felices porque saben que todos son felices por la misma causa. Es una catársis de felicidad estúpida porque ninguno ve nada malo a su alrededor. Y lo poco malo que ven es porque Dios lo ha puesto ahí para ellos. ¿Que se acercan unos laicos para mandarles a la mierda? Ellos responden con cánticos y coreografías estúpidas porque su Fé no les ha dejado pensar en algo más elaborado. Ellos saben que pensar es malo. Pensar trae problemas. Que para resolverlos ya está la Fé. ¿Que la policía pega a unos manifestantes contrarios a ellos? Ellos ríen porque se saben en posesión de la Verdad y esos pobres infelices es lo que se merecen por ignorar a Dios. ¿Qué comen y tiran la basura a la calle? Da igual, todo vale por ver al Santo Padre. Y da igual porque Marga, como todos sus nuevos amiguitos multicolor, volverán a sus casas maravillosas llenas de dicha perfecta. Volverán a sus urbanizaciones pobladas de familias cristianas ejemplares en la que todos son tan felices. Allí no hay diferencias. Allí nadie se mete con ellos. Allí no existen los problemas. Bueno, quizás la chacha filipina que han contratado. Pero como ha sido cristianizada en misiones ellos la acogen con infinita misericordia. Y la ilustran en el camino de la Fé y la Palabra de Dios. Y la Palabra de Dios dice que tienes que sonreír a todas horas, que tienes que planchar, que tienes que ser feliz llevando a los niños al colegio como si fueran los tuyos, que tienes que cocinar, barrer, limpiar y dormir en una habitación minúscula y austera por cuatro duros de mierda. Pero a la filipina le da igual todo eso porque sabe que Dios la está poniendo a prueba. Y accede a todo con una sonrisa perpetua. La filipina ha entendido perfectamente lo que es la Fé y la Palabra de Dios que difunde la Iglesia. 
Y así nos va.